Mi travesía por la región de La Dordogne, en el suroeste de Francia, fue una inmersión profunda en el corazón de la gastronomía francesa, un viaje repleto de experiencias culinarias inolvidables. Aquí, pude descubrir de primera mano el arte de comer bien en una de las regiones más sabrosas de Europa.

El Domaine Gastronomique de Richard Lequet, un refugio encantador en el Périgord Blanc, es mucho más que un restaurante y guesthouse; es un lugar donde la gastronomía es el centro de todo, una verdadera celebración del buen vivir francés. Desde el primer paso, quedé cautivada por la belleza del entorno: un parque sereno rodeado de la naturaleza y la tranquilidad que ofrecen las tierras de La Dordogne. Con solo cinco habitaciones, el lugar tiene un aire exclusivo y acogedor, donde el diseño contemporáneo se mezcla con las paredes de piedra que evocan la historia de la región.

La experiencia culinaria única que ofrece el chef Richard Lequet enamora los sentidos. Su cocina intuitiva e instintiva refleja un profundo respeto por los ingredientes locales y de temporada. En cada plato, se percibe una celebración de los sabores frescos y vibrantes, traídos directamente de los mercados locales. La presentación minimalista de los platos pone en valor la pureza de los ingredientes, sin adornos innecesarios, permitiendo que los sabores hablen por sí mismos. Cada bocado es un deleite para los sentidos: el contraste de texturas, la armonía de sabores y los colores vibrantes dan lugar a una experiencia memorable, una experiencia en la que la gastronomía se convierte en una forma de arte.

El concepto de este restaurante es una inmersión cultural; en el Domaine Gastronomique, cada comida cuenta una historia, no solo sobre la comida, sino también sobre el terroir local, la tradición francesa y el arte de compartir una buena mesa. Aquí, los momentos de comida no solo son momentos de saciar el hambre, sino de conectar con la cultura y las costumbres de esta región tan rica en historia y tradiciones.

Otro excelente destino gastronómico que visite en La Dordogne fue el restaurante Bandiat, dirigido por el talentoso chef Grégoire Rousseau. Ubicado en el corazón del Périgord, cerca de Périgueux, Bandiat es un lugar donde la creatividad y la tradición se fusionan de una manera exquisita. La mesa en Bandiat se convierte en un festín de sabores, donde cada plato parece una obra maestra. Rousseau, quien heredó el amor por la cocina de su abuela, que dirigía un Relais & Châteaux, y cultivó su talento en restaurantes con estrellas Michelin, nos ofrece una experiencia que es tanto un homenaje a la cocina francesa como una reinterpretación moderna de la misma.

Me enamoró en Bandiat la sinfonía de ingredientes frescos que celebraban la región de manera única. Los postres, especialmente, fueron un broche de oro que me hizo sonreír, una despedida perfecta para un día lleno de descubrimientos culinarios. Los sabores eran complejos pero equilibrados, y la presentación de los platos, siempre innovadora, me hizo disfrutar cada momento en la mesa.

Mi visita a La Dordogne fue una experiencia que me permitió no solo saborear algunos de los mejores platos de la región, sino también comprender la importancia de la gastronomía como parte integral de la identidad local. Desde la cocina instintiva de Richard Lequet, que celebra los sabores auténticos de la región, hasta la innovadora y creativa cocina de Grégoire Rousseau en Bandiat, la región me dejó una huella imborrable. La Dordogne es un destino que cada amante de la buena comida debería visitar, porque aquí, cada plato es una celebración de la vida, la cultura y, por supuesto, los maravillosos ingredientes de la región.

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