La Ciudad de México goza de una muy diversa oferta de cocina internacional de todos colores, sabores y aromas, que la hacen ser un referente como capital gastronómica, reconocida por sus habitantes locales y visitantes de todas partes del país y del resto del mundo que la frecuentan.

Sin embargo, hay algunos restaurantes en su seno que merecen un capítulo aparte, por su extraordinaria propuesta culinaria y autenticidad fiel, que es lo que el comensal espera de una cocina bien ejecutada, desarrollada y contextualizada. 

Tal es el caso de Yakumanka, un restaurante de apariencia tan típica, alegre y vivaz, como cualquier cebichería limeña, que desde la entrada te recibe con la calidez tradicional de un país hermano como es el Perú y ese sentimiento del barrio, de tradición y de atmósfera coloquial y desenfadada, como la que se respira por igual en su ubicación en pleno corazón de la Colonia Roma.

El famoso chef, maestro y empresario peruano Gastón Acurio, quien repetidas ocasiones ha visitado México y donde siempre puso el ojo para compartir su sapiencia culinaria, abre Yakumanka en 2018 tras su exitosa llegada a Barcelona y decide replicar aquí con la misma aceptación una sucursal más de Yakumanka y con acierto, ya que desde sus inicios entró con el pie derecho para cautivar a miles de comensales en su haber actualmente.

La misma entrega, pasión y dedicación por mantener la calidad y esos sabores peruanos de toda la vida, matizados con sus influencias asiáticas nikkei y chifa, además de las bases criollas que se fusionaron magnífica y orgánicamente con la cultura gastronómica ancestral inca, Acurio las supo transmitir, casi podríamos decir que contagiar, a su paisano e inmejorable representante, el chef ejecutivo en Yakumanka, Gustavo Montestruque.

Entremos al terreno del disfrute y sólo les puedo decir que, sin pensarlo, la mejor bienvenida a este hotspot es un pisco sour, la bebida o trago por excelencia peruano para empezar a preparar el paladar, ante un desfile de grandes y deliciosas sorpresas.

Tratándose de un concepto de cebichería de barrio clásica, no podían faltar los tiraditos como el nikkei de atún con leche de manzano que es simplemente fresco como pocos; las leches de tigre del amor y despierta pasión o cura resaca; el cebiche ‘carretillero’ con pesca del día y calamar frito, que probamos en una alegoría de cocina con respeto al producto y siempre honesta.

El viaje de sabores siguió hacia el bando de los piqueos entre tequeños y empanadas de camarón y la Causa limeña con pollo y papa a la guancaina, que para mí fue una novedad golosa, ya que es uno de mis platos peruanos favoritos. Una delicadeza de textura cremosa y firme a la vez, frescura y apapacho al sentido del gusto. Los anticuchos clásicos de corazón o pescado con el toque ahumadito de su salsa, por su parte me fascinaron. 

El arroz con mariscos a la criolla es un imperdible al igual que el tacu tacu y el lomo saltado, que son platos directos del wok a la mesa.

Para maridar, una carta de vinos muy corta, aunque nos deleitó con un rosé infalible V de Casa Madero.

Y en postres, nos llegaron unos picarones crocantes y suaves con miel de higo, así como un pituco de fresas y merengue para chuparse los dedos.

Vale la pena darse una vuelta a Yakumanka, no te arrepentirás y tanto tu estómago como tu corazón saldrán más que halagados.

YAKUMANKA
W. yakumanka.mx

APASIONADO DEL BUEN VIVIR